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Historia de los Himnos

Cuando allá se pase lista


Cuando la trompeta suene en aquel día final
Y que el alba eterna rompa en claridad,
Cuando las naciones salvas a su patria lleguen ya
Y que sea pasada lista allí estaré

“Voy a cortar por este callejón para ahorrarme un poco de tiempo”. Eso fue lo que pensó James M. Black mientras él iba hacia la oficina de correos de Williamsport, en el Estado de Pennsylvania. James M. Black nunca había usado ese callejón; así es que él no sabía de la pobreza y miseria que existía en aquella parte de la ciudad, ni mucho menos el efecto que tendría en su propia vida y en la vida de otros, aquella decisión que él hizo en aquel instante de pasar por ese callejón.
Mientras caminaba por aquel callejón, el Señor Black observó a una muchacha barriendo el frente de una casa que casi se caía. La joven estaba vestida muy pobre y en su cara joven ya se veían las marcas de mortificación y trabajo duro. “Joven,” le habló el señor Black, “¿Tú asistes a la escuela dominical?” “No, señor, a mí me gustaría ir, pero no tengo ropa que ponerme para ir; pero, señor, a mí realmente me gustaría ir,” fue la respuesta de la joven.
Muy pronto la esposa de James M. Black y otros amigos la llevaron ropa y algunas otras cosas necesarias para que aquella joven se sintiera en “condiciones” para ir a la iglesia.
Así es que, de esta manera empezó la asistencia fiel de la joven a la escuela dominical y a una liga juvenil que tenían. El nombre de la joven era Bessie, y ella nunca se perdía una reunión. Cada vez que se llamaba en la lista de asistencia, ella estaba fielmente a responder, hasta que un día que fue llamada no hubo respuesta de entre la congregación. Otra vez el señor Black llamó el nombre de la joven y no hubo respuesta. Muchos pensamientos, tal vez no muy agradables, cruzaron su mente; tal vez el padre de ella, quien era un borracho, no le había permitido venir aquel domingo, o tal vez hasta le había maltratado una vez más. Después de la iglesia, el señor Black y su esposa fueron a la casa de Bessie ya que él presentía que las cosas no andaban muy bien. Cuando llegaron a la casa, se encontraron que Bessie se encontraba enferma; y viendo que la situación era muy seria, llamó al doctor de su familia, quien diagnosticó la presencia de una pulmonía muy avanzada.
De regreso a casa, el señor Black todavía seguía pensando en la impresión que hizo en él el simple hecho de que Bessie no respondió a la lista de asistencia; y este pensamiento le venía una y otra vez. Algún día habrá una lista en el cielo y que tristeza será para aquellos que no se hallen inscritos en el Libro de la Vida del Cordero.
El siguiente domingo, el señor Black estaba pensando en un himno apropiado para comunicarle a sus jóvenes esta gran verdad, pero no encontraba uno que le gustara. Esto le causó mucha tristeza al señor Black, quien también era director de música. El realmente pensaba que había dejado pasar una buena oportunidad para comunicar esta gran verdad a sus jóvenes. Y en la carga que llevaba, Dios puso en su mente la idea de escribir un himno que comunicara esta verdad; así es que se sentó al piano y sin mucho esfuerzo empezó a escribir las palabras de este precioso himno. Y después de las palabras, la melodía del himno vino de la misma manera. El señor Black expresa que se sentía como si le hubieran dictado el himno de algún lugar. Y después de un tiempo él realmente comprendió lo que sentía cuando supo que Bessie había pasado al cielo para esperar aquel día glorioso cuando allá se pase lista.
Este himno fue cantado en público por primera vez en el funeral de Bessie; y antes de que fuese entonado, el señor Black les relató las circunstancias que llevaron a la escritura del himno. Y nunca se olvidará el impacto que aquella historia y el himno tuvieron en la congregación aquel día. El Señor se había llevado a Bessie al cielo, pero nos había dejado un himno para recordarnos de aquel día cuando allá se pase lista.



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